domingo, 8 de mayo de 2011

Carmen


Hoy por la tarde Carmen intentó comunicarse conmigo; comenzaba en ese mismo instante el exámen de fotografía periodística, teléfono celular apagado; una mala coincidencia en el inicio podía ser el presagio para un mal término. Yo sabía que había llamado, no por eso me distraje, al contrario, intenté contestar de la mejor manera posible cada una de esas fatídicas cinco preguntas que abarcaban la crisis que atravieza actualmente la fotografía periodística por culpa de la influencia del periodismo de distracción (entre otras muchas cosas, pero seria indagar en un tema casi irrelevante en torno a lo verdaderamente importante en este caso)
Yo sabía a ciencia cierta lo que Carmen hacía en ese momento. Bajar al primer piso, recorrer los pasillos de esa casona convertida a la fuerza del lucro en un centro médico, salir, fumar (que por cierto, así es como la conocí, fumando en la puerta) entregar examenes y contestar preguntas idiotas de su jefa o contestar comentarios idiotas por internet. Lo sabía, tanto asi que podía verla con su delantal blanco caminando queriendo salir pronto de ahí. Todo esto lo pensaba por que miraba el exámen, intentaba recorrer por todos esos espacios que a veces crea la mente para almacenar información importante (como la información del por que la crisis del foto periodismo o foto documentalismo) y entre esos espacios, siempre había algo de ella. La mayoría de las veces estaban sus regaños en contra mia:
-Siempre tan alegador, por todo alegas, nada te conforma-

Y es que el exámen trataba de la crisis de la fotografía causada por los medios de comunicación, esos que yo digo (por lo que me he informado) que son manejados por el gobierno; y de ahí para adelante la crisis. Ambos sabemos nuestra mayor diferencia, es la que tiene que ver con el pensamiento contrario.

-Carmen- digo siempre yo - el gobierno es el culpable de las alzas, el gobierno esta ganando a costillas del pueblo
-Me carga esa palabra... pueblo... pueblo... suena tan comunista
-Pero yo no soy comunista. Tómame como un libertario
-Alegón

Aún no respondia ni una sola pregunta (aunque las respuestas las tenía todas)
Decidí intentar hacer trampa; no era el único. Podía sacar varias hipotesis del caso: Todos pensaban en sus romances o todos eran parte de una masa uniforme de estudiantes que no habian estudiado para el exámen o todos tenían las respuestas pero nadie sabia como ordenarlas para responderlas en la hoja (así como yo)
Tomaba café para el frío, y entre tanta pregunta de crisis ya había comenzado a olvidarme del café; estaba un poco frío y sin revolver, el azúcar acumulada abajo me haría tener el café siempre amargo y al final un golpe, una bofetada dulce capaz de subirme el azúcar y producir un efecto hiperquinético en mi personalidad (cosa por la que algunos compañeros me molestan)
Las respuestas del exámen creo que en este momento, para este caso, son irrelevantes, no ahondare en ellas. Pero lo termine con todas las respuestas bien ordenadas, en eso no hay problema alguno.
Fumando al frío del ambiente exagerado un poco por la chaqueta de un tipo que pasa caminando por república, enciendo el teléfono (que es nuevo, no realmente nuevo, pero si nuevo en mis manos) y aparece un mensaje, de esos de texto que a veces la gente manda esperando respuestas, sabiendo que no llegaran nunca por que el receptor del mensaje no tiene saldo suficiente para responder:

-Te llame, estaba apagado o sin señal, ¿que onda?

-Carmen- digo para mi -no esperes respuesta, querida mia, bien sabes -continúo- que no tengo plata ni para hacer cantar un ciego... menos para cargar el teléfono.

La ceniza del cigarro me cae en el pantalon ensuciandolo un poco, pero que más da, tiene una mancha de pintura de hace casi tres años, un poco de ceniza no hara ningun daño. De aquí saltare un par de horas, cosas irrelevantes pasaron (revisión de fotos, algunas mias destacadas por la maestra, en fin)
Fumaba, comenzaba a hacerlo en las puertas de la iglesia San Francisco. Siempre que paso por fuera de una iglesia católica comienzo a fumar, inconcientemente me he hecho a la idea de que todos esos falsos santos y beatos se enojan al verme prender un cigarro en la entrada de sus monstruosas y penosas iglesias con mendígos en las puertas. Se que los supuestos santos estan muertos, pobres, no son más que polvo en el polvo y yo burlandome de ellos... Y fumaba al lado de la turista con su cámara nikon en el semáforo de la calle posterior a la iglesia San Francisco (notese que escribo el nombre de la iglesia con mayuscula, aún sigo respetando todas las idioteses religiosas) y fumaba pasando por el lado de una carabinero (notese que la llamo por su nombre, aún respeto las idioteses más grandes de este mundo) y fumaba al llegar al metro. No es que fume compulsivamente. Desde la entrada de la iglesia al metro hay solo una cuadra. Un cigarro me dura un poco más de dos.

-¿Como te fue hoy?- pregunto por que se muy bien que le agrada ese protocolo rutinario de preguntas bien educadas y por cortesía. La hace sentir que no esta sola, que alguien se preocupa de ella. Me gusta hacerla sentir bien.
-Bien- responde -bastante tranquilo. Mañana tenemos fiesta de la empresa, nos pondran un bus e iremos por alla por camino a Lonquen a un lugar.
-Mira tu, que entretenido- respondo eso por decir algo, ella y yo sabemos que divertido es un adjetivo muy grande para una fiesta de empresa...

En este momento de escribir, me doy cuenta de que algo me faltaba poner en la balanza, siempre digo: "La balanza, en una pesa un matrimonio, en la otra pesa un funeral, ¿qué es más patético?"
Creo que ahora tendre que colocar una tercera pesa para montar en ella a las fiestas de empresas. ¿Qué es más patético?

-¿Quieres hacer el amor?- le pregunte
-Si- respondío ella con una seguridad inquietante

Hubo coca cola, un hot dog, pregunte cuanto valía una barra de chocolate para compararla con una situación que vivi, caminamos de la mano, nos besabamos de vez en cuando, mirabamos desde la calle la ventana del departamento, la grúa que boto una parte de un árbol al no poder virar completamente y el avanze rápido hacia el interior del edificio ya que en el automóvil que intetaba abrirse paso a la calle estaba su hermano, el que vive con ella. No debía vernos.

-Yo sabía que te ibas a asustar cuando me vieras tirado aca en la cama, lo sabia- le dije cuando abrió la puerta del baño y salio en dirección a la cocina.
-¿Prepáro café? ¿o prefieres té?
-¿Vamos a la pieza?
-Siempre antes de, tomabamos café, ¿puede haber una variación?
-Obvio

Carmen siempre hace esa pregunta de precaución, sabe que la respuesta es, como la gran mayoría de las veces, la misma, pero creo que sabe y se da cuenta que esa pregunta es una de esas cosas, de esos detalles rutinarios que son siempre aceptados de buena manera por que son los que siempre siguen con esa linea finisima de encontrar la confianza en el otro. Esta bien, no reclamare jamas por esa pregunta. Pero creo que seguire diciendo: No, no tengo.

Hemos vuelto, nuevamente tomando café, esta vez despues de, pero tambien antes de.
El balcón, aunque no hubieron preguntas idiotas. Actuó como una intrusa en mi café y tomo la cuchara y la sacó de la taza. Me gusta tomar el café con la cuchara dentro de la taza, se que según el manual de carreño (nunca lo he leido, pero se) tomar café o té o lo que sea, con la cuchara dentro de la taza, es de pésima educación, pero a mi me gusta, pero Carmen me quito la cuchara. La mire como queriendo transmitirle esa inquietud:

-Carmen, tomaste la cuchara de mi café y la sacaste de la taza

Manuel García comienza a cantar desde el audio de su teléfono celular. No se escuchaba, abajo, la grúa que boto parte del árbol hacía un ruido insoportable. Me tenia harto, abri el ventanal y entre, Carmen me siguio.
Es en este preciso instante donde Carmen se me acerca, su boca parecia una bienvenida lividinosa, rebosante de un extasis guardado (o resguardado) por un tiempo. Sus manos, un poco frías, pero traviesas como siempre, atraviezan el frío que me baja por la espalda cada vez que se acerca tan intimamente. Sus labios se enfrentan, casi enfadados, casi exitados, a los mios que solo dejan que Carmen juguetee por un momento.
Es lo que le gusta, es lo que me gusta, hacer que ella haga lo que le gusta.
Sus piernas me dejan avanzar con cautela y con mucha fineza (si no lo hago así, creo que sería imposible) a travez de su silueta; dibujando lentamente lo que se marca como figura de dos personas enredadas en sabanas de un color desconocido. Carmen es de las amantes que uno desea en sueños, erótica cuando quiere, cariñosa y mujer... por sobre todo, mujer.
Carmen no es cualquier amante, Carmen es ella. Carmen es única por que su forma de ver su propia vida la hace ser única. Carmen cree que yo soy unico así como yo creo que ella es única. Carmen, al igual que yo, gusta de idealizar a esa persona que comparte contigo el café, el cigarro y la cama. Creo que por eso quiero tanto a Carmen.

Carmen intento comunicarse conmigo, pero yo estaba a mas de sesenta kilometros al sur.
Carmen me dijo que su cama había quedado vacía, Carmen me dijo que se había acostumbrado a que despues de tenerme tan cerca, yo siguiera cerca, en su cama, durmiendo abrazado a ella, descanzando ella en mi pecho. Carmen quizo despertar como despertó durante semanas en el verano, con el ruido de los camiones y con mi abrazo pegado a ella. Carmen se dio cuenta de que todo vuelve a vivir, de que caen lunas, pero que el reino del tiempo es capaz de levantar la gran capital que nos rodea y volver ella a hechar azúcar al café...

-No he cambiado, Carmen querida, aún es media cucharada de café y cuatro o cinco de azúcar...

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